martes, enero 02, 2007
A veces tu sonrisa me ataca como la invitación al deseo que una tarde, subidos en un carro, nos hicimos. ¿Te acuerdas? Tu beso se negó a explorar caminos desconocidos por una simple convención social. Afuera hacía frío, llovía. Unos días después tus besos (y los míos) se libraron de complejos. Nuestros labios dedicaron ese martes por la noche a conocerse.
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